¿Por qué no podemos tener un mundo sin armas?

Por Andres Abreu 

Tal parece que la muerte es tan parte de la vida que no podemos vivir sin ella. Somos sin dudas sus mejores aliados.  Construimos sus herramientas para hacer más rápido y eficiente su trabajo.  Cada año, mueren unas 45 mil personas atravesadas por las balas en África.  En lo que va de este 2022, 16 mil personas han muerto por la misma causa en Estados Unidos.  Nueve mil de estas decidieron por si mismas acabar con su existencia, y tuvieron a su alcance el instrumento necesario: un arma de fuego. 

Matar con un arma es solo cuestión de mover hacia atrás un dedo, apuntar al lugar correcto y poner la mente en blanco y en el blanco.

Con la muerte de otros, muchos millonarios viven felices, disfrutan de los encantos de estar vivos y agradecen a Dios su suerte.

En lo que va de año en Grand Rapids, este pequeño complejo urbano cuyas vidas apenas rosan las de un barrio semi poblado de México o Brasil, contamos nueve muertos, todos con balas en el cuerpo. Unas cuantas decenas más de sobrevivientes y unos cuantos miles más de asustados.  Porque aquí, como en cualquier lugar de la extensa geografía americana, las balas vuelan por los aires y acaban en las paredes o en la carne.

No hay control sobre la fabricación de armas ni de la comercialización de las mismas.  Bajo el alegato de defensa propia, se justifican asesinatos y se confirma la necesidad de estar armados;  Se descarga de culpabilidad a los asesinos y se levanta como un símbolo de libertad la capacidad de matar a los que se consideran enemigos.

El 14 de mayo, en Bufalo, New York, 10 personas fueron asesinadas víctimas del racismo, un sentimiento profundo en la sociedad americana que en vez de perderse en el tiempo, se alimenta como la hiedra en las paredes, y se consuma en una fe religiosa basada en los ojos claros de los guardianes del cielo de Miguel Angel.

La industria de la guerra resurge ahora del pasado como una alternativa para la economía del presente, un instrumento para mantener el auge del nacionalismo de ultramar.  El surgimiento de los ejércitos privados y la industria militar frotan sus manos en Europa con la extensión de la Organización del Atlántico Norte, que surgió como una defensa contra la expansión de la URSS y hoy se convierte en la guardia imperial del planeta.

De acuerdo a Amnistía Internacional, en el 2019, las 100 más grandes empresas de armas tuvieron ganancias de 398 mil millones de dólares.  Estados Unidos es el responsable del 40 por ciento de la inversión en armas en el mundo.  Rusia, a quien la prensa manipulada por Estados Unidos y Europa, califican de “peligro mundial”, tiene un gasto militar de 42 mil millones de dólares.  Estados Unidos, el país que supuestamente defiende la paz, tiene de 740 mil millones.

Con las armas fabricadas por las grandes potencias, millones de madres han perdido a sus hijos en Sudan; miles de familias son masacradas diariamente por las tribus de Nigeria.

Según la organización Alerta Internacional, hay más de 700 millones de armas pequeñas, como pistolas y revólveres, en manos de civiles en el mundo.  De acuerdo a un reportaje sobre el tema publicado por el Diario El País de España, en Nigeria una pistola cuesta entre 25 y 58 dólares.

Según el Programa de Datos sobre conflictos de Upsala, el mayor incremento de muertes por armas de fuego se ha registrado en América Latina en los últimos 10 años.

El presidente de Haití fue asesinado por pistoleros en el 2021 y en Colombia los sicarios armados han matado a cerca de mil dirigentes sociales en menos de seis años.

Con solo una pequeña porción de lo que se gasta en armas, se acabaría el hambre en el mundo.  La FAO informó esta semana que 489 millones de personas en el mundo están sufriendo hambre, y que la ayuda de los países poderosos a las familias pobres de los países del llamado tercer mundo, es cada vez más insuficiente.

Estados Unidos envía 40 mil millones de dólares a Ucrania para comprar armas, cuando con solo diez de estos se levantaría la economía de Haití y millones de niños dejarían de pasar hambre.  Pero la muerte parece ser más importante que la vida siempre cuando sostenga la hegemonía de las potencias y el poderoso mercado de los que se consideran elegidos por Dios.

Por eso no podemos tener un mundo sin armas.