Perú necesita estabilidad
Escribir sobre temas políticos peruanos es lo mismo que tratar de desenredar una madeja desenrollada. Perú ha tenido 5 presidentes en 6 años, lo que en términos de promedio significa casi un nuevo presidente cada año. El último de estos es Pedro Castillo, a quien ya el Congreso le ha preparado la sazón para sacarlo del poder, lo que, si ocurre en unas semanas, significará el ascenso de un sexto presidente en seis años.
¿Puede un país desarrollarse social y económicamente en esas condiciones?
De ninguna manera.
Para que haya inversión extranjera en un país es necesario que este transmita señales de estabilidad, porque nadie invierte recursos en países y empresas de futuros inciertos. Es lo mismo que apostar ahorros a una ruleta de casino.
En las elecciones del 2016 ganó Pedro Pablo Kuczynski, el cual fue destituido por el Congreso en base al recurso constitucional denominado “vacante presidencial”, que permite a las cámaras legislativas destituir al presidente por alegaciones de corrupción, ineptitud o inmoralidad entre otros pretextos.
Kuczynski, no era un mandatario de izquierda ni nada parecido, era simplemente un presidente de derecha electo por el sufragio universal. Destituirlo por cualquiera que haya sido la razón, fue una falta de respeto a los electores y a la propia investidura presidencial, lo cual dice mucho de lo negativa que es la institucionalidad del país.
A Kuczynski le sucedió interinamente, Martín Vizcarra, quien a menos de dos años en ejercicio también fue destituido por el Congreso. Le sucedió a éste el presidente del Congreso, Manuel Merino, quien estuvo en el cargo algo menos que una cucaracha en un gallinero. No llegó ni a un mes como presidente.
A Merino le sucedió su sucesor en el Congreso, Francisco Sagasti, quien estuvo en el cargo hasta el ascenso de Pedro Castillo, actual presidente, tras las elecciones del 2021.
Los cuatro antecesores de Castillo era independientes o afiliados a partidos de la derecha, lo que significa que Perú parece no tener una clase económica y políticamente gobernante capaz de respetar sus propias reglas y sostener la estabilidad institucional necesarias para el desarrollo.
Hace 20 años, Perú, que tenía 33 millones de habitantes, tenía un índice de pobreza de 55 por ciento. Gracias tal vez a la estabilidad política en los siguientes 10 años, ese índice bajó al 47 por ciento, pero a partir del 2018, que fue cuando comenzó el desorden presidencial, comenzó a subir hasta el nivel en que se encuentra hoy, 57 por ciento.
Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática, durante la pandemia el ingreso promedio real de los peruanos se redujo en 20 por ciento. El covid-19 dejó un lastre de 65 mil muertos.
El actual presidente, Pedro Castillo, no es un tradicional político de la derecha, por lo que sus opositores, y en especial los medios de comunicación norteamericanos, lo califican como izquierdista.
Castillo es un maestro rural que ganó libremente las elecciones, pese a los intentos de sus opositores de desconocer los resultados. Ahora esos mismos sectores pretenden derrocarlo bajo el mismo pretexto de los anteriores.
Perú necesita estabilidad. Las mayores víctimas del desorden son los sectores empobrecidos, los cuales, al igual que la suerte del país no parecen importarles a los actores políticos.
